lectura en Ceart, Rosarito, B.C., 2017
Antes,
mis padres y mis abuelos,
y ellos fueron lo que sus padres y sus abuelos,
y yo, no pude ser ajeno a ellos.
Si, la historia es semejante,
contada con las mismas palabras,
historia que se quedó en las venas,
que se repite a pequeños intervalos,
que a veces da sombra,
que a veces azota la espalda.
Nací a escondidas,
respirando a través del coraje de Carmen,
mi madre, mi amor más grande.
Mi nombre, el mismo del abuelo,
el mismo de tíos y de primos,
como un escudo familiar.
Crecí inseguro, me faltaba un padre,
cuando llegó, seguí inseguro,
sus raíces estaban en otro mundo,
así lo sentí, así lo viví.
Con el tiempo decidí no juzgarlo,
y sus raíces fueron mías.
De la vida no se puede generalizar nada,
todo tan igual, todo tan diferente,
todo tan desigual, abundante y escaso.
Un día amanecí bajo un techo,
pronto olvidé el frío,
e hice lo que todo mundo hace,
escuché las margaritas y el mar,
fui tras unos labios buscando el amor,
y para guardarlo,
construí una casa
donde llegara la primavera,
donde viéramos pasar el temporal.
Como los abuelos,
rescribí mi nombre en mis hijos
como sello de propiedad.
Los años te llenan de todo,
de miel y uno que otro dolor,
por lo que no es tan simple decir,
ésto se hizo bien,
ésto se hizo mal.
El caso es que así fluyó mi historia,
si ahora me duele un hueso,
si mi rodilla me dice siéntate,
o si la muerte me mira de frente,
no habrá tanto llanto,
porque la vida es abundante y escasa,
sólo diré que no fui derrotado,
sino que extendí mis alas al máximo.
David Salazar
Antes,
mis padres y mis abuelos,
y ellos fueron lo que sus padres y sus abuelos,
y yo, no pude ser ajeno a ellos.
Si, la historia es semejante,
contada con las mismas palabras,
historia que se quedó en las venas,
que se repite a pequeños intervalos,
que a veces da sombra,
que a veces azota la espalda.
Nací a escondidas,
respirando a través del coraje de Carmen,
mi madre, mi amor más grande.
Mi nombre, el mismo del abuelo,
el mismo de tíos y de primos,
como un escudo familiar.
Crecí inseguro, me faltaba un padre,
cuando llegó, seguí inseguro,
sus raíces estaban en otro mundo,
así lo sentí, así lo viví.
Con el tiempo decidí no juzgarlo,
y sus raíces fueron mías.
De la vida no se puede generalizar nada,
todo tan igual, todo tan diferente,
todo tan desigual, abundante y escaso.
Un día amanecí bajo un techo,
pronto olvidé el frío,
e hice lo que todo mundo hace,
escuché las margaritas y el mar,
fui tras unos labios buscando el amor,
y para guardarlo,
construí una casa
donde llegara la primavera,
donde viéramos pasar el temporal.
Como los abuelos,
rescribí mi nombre en mis hijos
como sello de propiedad.
Los años te llenan de todo,
de miel y uno que otro dolor,
por lo que no es tan simple decir,
ésto se hizo bien,
ésto se hizo mal.
El caso es que así fluyó mi historia,
si ahora me duele un hueso,
si mi rodilla me dice siéntate,
o si la muerte me mira de frente,
no habrá tanto llanto,
porque la vida es abundante y escasa,
sólo diré que no fui derrotado,
sino que extendí mis alas al máximo.
David Salazar
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